El
enigma de las ciudades mayas
(...)
De
pronto, Ana y Maite se vieron en una choza de barro y con techo de
palmas, rodeadas de mujeres y niñas que vestían blancas túnicas de
algodón. El idioma era extraño, ¡pero más extraño era que ellas
lo entendían!
Las
mujeres hablaban, mientras molían maíz sobre unas piedras. Al
parecer había escasez de alimentos y temían que tuvieran que
abandonar la aldea. Según decían, esto había pasado otras veces.
Ahora la tierra estaba agotada y la quema de malezas no había dado
resultado. Ni siquiera el lodo traído por los hombres del pantano
logró hacerle dar fruto.
Santiago
y Luna, por su parte, pasaron a un escenario impresionante: miles de
personas se agolpaban frente a un templo tan alto como un edificio de
veinte pisos.
Hombres
finamente vestidos –seguramente nobles y sacerdotes- lo rodeaban.
Cuatro de estos personajes, con el cuerpo pintado de azul, túnicas
blancas y grandes tocados de plumas en la cabeza, comenzaron a subir
la empinada escalinata del templo. Detrás de ellos, varios jóvenes
llevaban bandejas con flores y alimentos para ofrecer a las
divinidades.
La
multitud acompañaba este ascenso con canciones, al son de los
tambores y del ronco sonido de las caracolas. Luna se arrimó a
Santiago, temblando. En una lengua que nunca había oído, a pesar de
que podía entenderla, Santi escuchó que aquellos sacerdotes magos
habían predicho una catástrofe. En su continua observación de los
cielos, anunciaban un terremoto. La gente estaba aterrorizada, pues
conocía la furia de la tierra cuando arrasaba pueblos y ciudades.
Por eso, después de ofrecer los manjares en el altar, los sacerdotes
arrojarían niños al pozo sagrado, para calmar la cólera de los
dioses. Santiago miró sus finas sandalias de cuero de venado. ¡Por
suerte estaba entre los privilegiados y no lo elegirían para el
sacrificio!
Los
últimos en obedecer las instrucciones de Gaspar fueron Mateo y su
hermana. Cuando terminaron su travesía por el libro, se encontraron
en medio de un griterío infernal. Pronto advirtieron que estaban en
una ciudad tomada por el enemigo. Frente a ellos, una mujer y varios
niños parecían despedir a un hombre cuya apariencia les impresionó.
Tenía el rostro pintado de rojo y negro y llevaba puesto un chaleco
de algodón y plumas para protegerse. La mujer le ofreció una vasija
con un líquido marrón: Mateo e Isabel reconocieron el exquisito
aroma del chocolate. El guerrero besó a su esposa y acarició a sus
hijos. Luego tomó un enorme caparazón de tortuga a modo de escudo y
ciñó el cuchillo de obsidiana a la faja de su corta túnica. Estaba
acostumbrado a la guerra, sin embargo, su rostro reflejaba miedo.
Según dijo, un escorpión le había anunciado la desolación y la
muerte. El pueblo había perdido la confianza en sus jefes.
Santi
y sus amigos empezaron a sentir un olor penetrante. Una especie de
vaho irrespirable sorprendió a cada uno en el lugar que estaba. Por
los chillidos de los monos y el vuelo de los tucanes, presintieron la
proximidad a la jungla. Ramas y malezas comenzaron a crecer en las
paredes de los templos y a entrar en chozas y palacios. La gente
habpia desaparecido y la selva iba cubriendo todo. Trataron de
escapar, pero era difícil abrirse camino en medio de aquella
espesura. La oscuridad les pareció interminable. Por fin, alcanzaron
a ver una débil lumbre: ¿era la lámpara de Gaspar? ¡Sí! Habían
vuelto al presente. (...)
ACTIVIDAD
TRABAJO
GRUPAL Formar tres equipos. Cada uno estará a cargo de explicar y
fundamentar de acuerdo a la información del cuento, una de las tesis
sobre la desaparición de las ciudades-estado maya.
Busquen
en la xo más información para ampliar cada caso – agricultura
maya / guerras entre ciudades/catástrofe natural.
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